Por. Juan Carlos Segales L.
Los Periodistas y los Trabajadores de los Medios.
Hace
más de cincuenta años, el oficio de periodista era diferente al actual,
porque se trataba de una profesión de alto respeto y dignidad, con un
carácter político e intelectual, la cual era ejercida por un pequeño
grupo de personas. El periodista era aquella persona de importancia,
admirada y que en la calle todos lo saludaban.
Muchos
de los hombres más importantes de la historia fueron periodistas, tales
como Winston Churchill, Ernest Hemingway. Pero, estos aspectos en la
actualidad cambiaron, el periodismo escrito contemporáneo sólo ocupa una
pequeña porción del gran mundo de los medios de comunicación.
En
el presente, podemos ver que a los periodistas nadie los conoce, nadie
sabe quién es. Esta situación se da porque el producto final de su
trabajo no es de su autoría, sino que constituye como resultado de una
cadena de gente como él que participó en la construcción de la noticia.
Por lo cual, se perdió en la profesión algo central como es el orgullo,
la que implicaba una responsabilidad del periodista por su trabajo.
En
la actualidad, los que se desempeñan como periodistas trabajan en una
civilización en la cual importa mucho más la tarea de estos
profesionales, por dos razones: la primera, porque es una profesión a
través de la cual se pude manipular a la opinión pública; la segunda,
porque los mecanismos de los medios construyen un mundo virtual que
reemplaza al mundo real.
La
manipulación incide ya no en la censura, sino es ahora más sutil,
utiliza mecanismo como: qué destacar, qué omitir, qué cambiar. Mientras
que el mundo real se la conoce por dos medios una desde la escuela, la
familia y otra historia que nos la dan a conocer desde los medios de
comunicación, lo que hace que esta acumulación de construcciones de los
medios nos hace vivir cada vez menos en la historia real y cada vez más
en la historia ficticia.
Lo
que genera estos aspectos es que nos alejen de las historias y
problemas reales que suceden en las diversas civilizaciones. Esto
seguirá sucediendo mientras las noticias estén influidas por el capital o
compitan como productos de los dueños de los medios.
Una
condición fundamental del periodismo es el entendimiento con el otro,
porque los periodistas somos y hacemos aquello que los otros nos
permiten. De igual forma ninguna sociedad moderna puede existir sin
periodistas y nosotros de igual forma no podemos existir sin sociedad.
El
periodista no puede ubicarse por encima de aquellos con quienes va a
trabajar, más por el contrario debe ser un par, uno más, alguien como
esos otros, debe acercarse, comprender y luego expresar sus expectativas
y esperanzas.
Por
otro lado, el periodista tiene que saber que la mejor forma de obtener
información pasa por la amistad, porque no puede hacer nada solo. Debe
saber conseguir su confianza. Porque, siempre se tiene que tener
presente que en el periodismo se trabaja con la materia más delicada del
mundo: la gente. Según las palabras que utilicemos y escribamos sobre
ellos podemos incluso llegar a destruirlos. Por lo cual, el periodista
no debe perder de vista el criterio ético, que debe tener base en el
respeto a la integridad y la imagen del otro.
Otro
aspecto, que se debe tomar muy en cuenta, es que el texto periodístico
depende de un determinado contexto. Desde este perspectiva, no se puede
pasar por alto los siguientes puntos: primero, que existe el contexto de
la revista o el periódico para los cuales fue escrito, esto referido a
los principios y filosofías del medio; segundo se refiere al tiempo,
porque un texto tiene determinado valor en un cierto momento que en
otro; tercero, los lectores constituyen un contexto, porque al escribir
nos preguntamos a quién dirigimos una artículo; cuarto, por último, un
artículo se inscribe en el conjunto de textos que produce su autor.
Los Medios.
El
oficio del periodismo empezó a cambiar a partir de la revolución
tecnológica, la que permitió transmitir la noticia de manera fácil e
inmediata. Otra razón, por la cual, cambió el periodismo fue porque la
noticia se convirtió en un buen negocio. Antes, el periodismo se hacía
por ambición, por ideales, pero ahora sólo se lo ve como un buen
negocio.
Cuando
el capital llegó a nuestra profesión se configuró redes de comunicación
masiva que dividieron el campo de la noticia en dos sectores
desiguales: Los grande multimedia y los medios pequeños marginados. La
dirección de los grande medios quedó en manos de personas que no venían
del periodismo. Esta situación creó una brecha entre los dueños y
gerentes de los medios y nosotros los periodistas, porque cada cual
persigue intereses diferentes.
En
la actualidad, el periodista cuando llega de una determinada cobertura,
el jefe ya no le pregunta si es verdadera, sino si es interesante, si
podrá vender. Ese en uno de los cambios más profundos en los medios de
comunicación: el remplazo de una ética por otra.
De
esa forma, se ha trivializado el valor de la palabra. El problema
actual de la comunicación ya no es que se escamotee la verdad, sino la
palabra ya no tiene el peso de antes. En la época de la prensa soviética
cada palabra tenía un valor de vida o muerte.
Hoy,
el soldado de nuestro oficio no investiga en busca de la verdad, sino
con el fin de hallar acontecimientos sensacionales que puedan aparecer
entre los títulos principales de su medio. Por lo cual, el periodismo ha
dejado de ser una misión y muchas de las personas que trabajan en los
medios la consideran una ocupación como cualquiera otra, que bien pueden
abandonar e ingresar a una agencia de publicidad o ser corredores de
bolsa.
Actualmente,
el poder está en manos de quien posee un estudio de televisión, un
diario, una radio. En el mundo contemporáneo, tener medios de
comunicación significa tener poder. En lo referido a este tema, las
discusiones se centran más en los aspectos de mercado, que en los
aspectos humanos.
Si
antes la prensa tenía por fin reflejar el mundo, ahora los grandes
medios se limitan a reflejar su mundo compitiendo entre ellos. Ya no les
interesa tanto lo que sucede afuera, sino que los demás medios no se
les adelanten, que no publiquen algo que ellos no tienen.
Por
lo cual, una gran manada de trabajadores de medios se mueve como un
grupo. Creando una brutal centralización de la noticia. De ahí que, si
en el mundo ocurren varios acontecimientos a la vez, los medios sólo
cubren un hecho: que atrae a la manada.
Otro
problema que afronta el periodista, es que se les da muy poco tiempo
para juntar la información con que escribirán la noticia o la crónica.
Sin tomar en cuenta que la disponibilidad de tiempo nos permite hablar
con más gente, leer más documentos, observar más, pensar más: trabajar
en serio. Del otro lado, resolver las cosas en poco tiempo conduce a la
superficialidad y la falsedad, desgraciadamente abundantes en nuestra
profesión.
Esto
trae consigo que la tremenda centralización de la noticia redujo mucho
nuestro conocimiento de este complicado mundo en el que vivimos. Tanto
se empobreció nuestra manera de entender el mundo, que no sólo sabemos
apenas una o dos cosas sino que —lo peor de todo—las sabemos mal.
Un
factor que se debe tomar en cuenta es la manipulación de la noticias.
En los medios se impide el desarrollo de historias y nos convierten en
prisioneros de un lenguaje reducido, pobre y limitado. Si en la
dictadura funciona la censura ; en la democracia resulta más adecuada la
manipulación. Y el blanco de esas agresiones siempre es el mismo: el
hombre de la calle.
El
avance de la tecnología hizo posible la construcción de una aldea
global, los medios reflejan el mundo de una manera superficial y
fragmentaria, centrados apenas en las vistas de los presidentes y los
atentados terroristas.
Pero,
con todo esto, es importante rescatar que, por ser el mundo de los
medios muy complejo y diverso, una red con muchos niveles, junto a la
basura y la falsedad conviven estupendos programas de televisión,
excelentes emisoras de radio y espléndidos diarios.
Los
medios tienen también aspectos positivos, porque en sus redacciones y
estudios trabajan personas meritorias, sensibles y de gran talento;
gente convencida de que el prójimo es muy valioso y el planeta en que
vivimos es un lugar apasionante que merece ser conocido, comprendido y
salvado.
Es
verdad que los periodistas conscientes de su labor afrontan una
competencia dramáticamente más grande que antes. Pero, los medios
requieren una actitud activa de nosotros, una actitud de interés que nos
permita coproducir esa comunicación.
El Nuevo Periodismo.
El
nuevo periodismo, nace en la década de 1960, Norman Mailer, Truman
Capote y Tom Wolfe, crearon este nuevo género que se dio a conocer con
el nombre de New Journalism, llegaron a la conclusión de que el
lenguaje periodístico tal como lo conciben los diarios no era capaz de
reflejar la realidad en todos los matices.
En
primer lugar, porque ese lenguaje que en general sigue manejando el
periodismo tradicional es muy pobre. Otra razón que impulsó esta
renovación es que las frases del periodismo tradicional se limitan a
construcciones muy conservadoras.
El
objetivo de este nuevo periodismo era introducir otro lenguaje y otros
medios de expresión. La fuente a la que recurrieron en busca de recursos
para hacerlo fue la literatura de ficción. Quisieron tratar de
profundizar nuestro conocimiento del mundo, para hacerlo más rico y
pleno.
La
incorporación en una mezcla de personas y acontecimientos reales con
los recursos de la narrativa, hizo que se diera un cambio importante,
transformando el contenido de nuestro trabajo. Pero surgen en ese
preciso instante los géneros televisivos que nos robaron la descripción
de las imágenes.
El
vacío que generó esa sustracción de recursos se llenó incluyendo en
textos elementos del género ensayo. Es preciso tomar en cuenta que, la
televisión informa con imágenes rápidas y cortas fuera de contexto, y
con ello en los seres presentes despierta el interés de saber qué es lo
que está sucediendo. Esa curiosidad crea un puente entre la televisión y
la prensa escrita, cuando el hombre inteligente compra el diario al día
siguiente es para encontrar las explicaciones de lo que estaba
ocurriendo la tarde anterior en la pantalla de su televisor.
En
este aspecto, no nos referimos a cualquier lector sino a aquel que
piensa. Pero, para ese hombre, el Nuevo Periodismo presenta nuevos
valores e importancia, porque es un género capaz de informar y también
de explicar, comentar y provocar su reflexión. Es decir, que en este
momento el valor de nuestros textos funciona en conexión con el
periodismo de otros soportes.
Para
quienes hacemos este Nuevo Periodismo, las funciones ensayísticas de
pensamiento y opinión nos cargan nuevas obligaciones. Los periodistas
debemos ser cien veces más sabios que ellos. Eso nos impone la tarea de
estudiar continuamente.
Un
aspecto que se debe resaltar para poder realizar lo anteriormente
mencionado, es que el periodista esté convencido de la importancia de
profundizar en lo referido al tema de elaboración de su texto.
No
podemos adentrarnos en el campo social y político sin antes leer mucho:
eso es indispensable no sólo para no caer en descubrimientos hechos por
otros, sino porque la lectura previa da fuerza a nuestra prosa. Si un
autor se siente inseguro acerca del objeto de su trabajo, inmediatamente
su escritura deja ver esa falta de desconfianza. La fuerza de la prosa
viene de nuestra seguridad. En algún sentido escribir es la menor parte
de nuestro trabajo.
El
Nuevo Periodismo ha tenido una característica que ha sido borrar
paulatinamente los límites entre los géneros. Trabajos como los del
antropólogo francés, Claude Lévi-Strauss, denominado “Triste trópicos”, o
el ensayo de Clifford Geertz denominado “Géneros confusos, la
refiguración del pensamiento social”. Como estos textos combinados,
muchos otros, decretaron el fin de las fronteras entre los géneros.
Pasando
a otro punto, es bueno que el periodista guarde y junte los materiales
que le importan. Todo debe estar documentado: informaciones,
testimonios, ideas. Un problema básico de nuestro trabajo es que
desaparece al día siguiente, que lo olvidamos pronto. En este oficio, a
medida que los años pasan nos vamos quedando con las manos vacías.
En
nuestra profesión el éxito se basa en mantener dos talleres. Es decir,
tener una doble vida, vivir en estado de esquizofrenia: ser un
corresponsal de agencia —o un redactor de un periódico— que cumpla
órdenes, y guardar, en algún pequeño lugar del corazón y de la mente,
algo para sí, para la propia identidad, para las ambiciones personales.
En
lo que se refiere a las formas o maneras de escribir, este trabajo, en
sus manifestaciones más ambiciosas, requiere de una actitud individual
creativa, de las propias formas de contar y hacer las cosas, por lo
cual, cada uno tiene que desarrollar sus propias maneras de encontrar
temas y las maneras de expresarlos.
En
lo que a mi respecta, en mi experiencia cuando escribo no pienso si el
texto va a ser una novela, un reportaje o un ensayo, sino que reflexionó
reiteradamente sobre aquello que observé, en busca de la manera más
adecuada de describirlo. También, es necesario tomar en cuenta que lo
que escribimos es apenas una aproximación. El ideal que nunca se puede
alcanzar, ni siquiera se puede definir. Nunca sentiremos que aquello que
escribimos fue exactamente lo que queríamos decir. Siempre habrá un
margen de decepción.
Es
por esto que podemos decir, que en cierto sentido, todo libro es una
derrota: aunque los lectores lo consideren una obra magnífica, para un
escritor un libro trae la derrota, porque el entiende muy bien que lo
que dicen sus páginas no es exactamente todo lo que él pensaba expresar.
Con
el pasar del tiempo los periodistas nos damos cuenta en cierto momento
que ya hemos acumulado una buena cantidad de notas, y hacemos una
selección de las mejores para editarlas en un soporte durable como es el
libro. Pero, hay otro tipo de libro para los que trabajamos en esta
profesión, y es aquel que se escribe de modo igual original, pensando en
su concepto, su estructura, su construcción.
Los
libros originales plantean, mucho más que aún que los volúmenes de
recopilación, una serie de problemas para los que no existen respuestas
definidas. Al contrario, alimentan una constante discusión porque en
ellos ocupa un lugar importante algo tan indefinible como el gusto
particular del autor. Eso es lo que decide: el sabor que va naciendo en
su escritura. El instinto le dice a quien escribe: “Eso se puede”. La
intuición le dice: “No, no. por aquí no va la cosa”. El autor sigue sus
caminos a menudo inconscientemente, por puro gusto.
Es
por esta situación que muchas de las cosas que escribo sobre la gente
viene de observarla, de prestarle atención a su comportamiento, de
explorar los detalles pequeños como su cara, o sus ojos. Y hablar con
ella, pero no de entrevistarla. Y lo que le da fuerza a un texto es la
certeza, y la exactitud, estos dos son su poder.
La Globalización.
Nuestro
mundo se globaliza cada día más y más se debate este proceso dentro del
cual vivimos. Dado que no se trata de una transformación que nos deje
afuera, es importante entender en que consiste la globalización.
Existen
dos teorías principales que se ocupan de este fenómeno. Una sostiene
que la globalización no representa algo nuevo bajo el sol; la otra,
explica que es el más trascendente fenómeno reciente en nuestras
sociedades.
La
primera teoría, pertenece a la escuela histórica, sostiene que la
globalización comenzó en los mismos orígenes de nuestra historia. Según,
esta teoría la globalización constituye una parte natural de la
sociedad humana.
La
otra corriente, sostiene que la globalización es un fenómeno nuevo de
la historia humana, para esto se basa en tres argumentos: El primero, la
globalización como fenómeno se comenzó a debatir recientemente cuando
la Guerra Fría llegó a su fin. El mismo concepto tiene su origen en ese
periodo: la palabra globalización fue introducida a finales de la década
de 1980 por el sociólogo británico Roland Robertson, el primero en
utilizar el término en sentido moderno.
El
segundo argumento, es la revolución electrónica, que liquidó dos
obstáculos que impedían el camino hacia este proceso de globalización:
el espacio y el tiempo. Y la tercera, se refiere a la victoria de las
vertientes neoliberales dentro del sistema capitalista resultó
fundamental para el proceso.
Lo
más importante que se debe distinguir en este fenómeno es que existe:
como proceso y como ideología. Desde el primer aspecto, se puede
observar que reviste un carácter global, como por ejemplo el desarrollo
de las nuevas tecnologías, las formas de comunicación social o
el funcionamiento de la economía. Mientras, desde la segunda lógica de
la ideología, se lo ve desde el aspecto como una fórmula mágica para
resolver en el futuro todos los problemas de los seres humanos que
habitamos este planeta.
La
globalización es un fenómeno contradictorio, que muestra dos caras
distintas: es un río de integración de toda la tecnología, del mundo
financiero, de los medios de comunicación, pero simultáneamente es otro
río en dirección opuesta, que lleva a la desintegración con conflictos
étnicos, con ambiciones regionales, con tendencias particulares, en una
gran corriente que vive y desarrolla en contra de la misma
globalización.
En
lo que se refiere a los Estados la globalización profundiza las
desigualdades entre estos, pone en crisis a los del llamado Tercer
Mundo. Sólo las sociedades económicamente fuertes pueden resistir la
globalización. Debilita al Estado moderno porque tiene un movimiento
doble: desde arriba y desde abajo.
Desde
arriba, el Estado sufre los embates de las corporaciones y los
organismos internacionales, cuya fuerza aumenta con este proceso. Pero,
al mismo tiempo, el Estado sufre un movimiento de desestabilización
desde abajo. Existen fuerzas que trabajan con el objetivo de derribarlo:
los diversos tipos de nacionalismo, xenofobia, racismo y
fundamentalismo.
Otro
aspecto, que no se puede perder de vista, es que el Estado perdió el
monopolio de la violencia. La autoridad del Estado moderno se apoyaba
sobre el monopolio que representaban sus fuerzas armadas, su policía,
sus instituciones de corrección, su armamento. Ahora, en este nuevo
mundo, se multiplican las fuerzas privadas, que toman la forma de
organizaciones criminales, así como de instituciones de seguridad
privada.
Sin
el monopolio de la violencia por parte del Estado, los dictadores son
caso del pasado. Nos hallamos ante un fenómeno político histórico que
pone el poder en manos de una clase burocrática internacional. Estos
nuevos gobernantes son gente ágil, muy bien vestida, amable y sonriente
como corresponde para aparecer en televisión.
Ya
nadie quiere ser jefe de Estado porque esa figura retiene muy poca
fuerza: el verdadero poder contemporáneo pertenece a los grandes grupos
financieros, a las grandes organizaciones multimedia, a las grandes
instituciones internacionales.
Desde
estos aspectos, en la globalización otro término que tiende a quedar
como algo del pasado, es la frontera. Porque, en primer instancia, la
revolución tecnológica hizo posible las comunicaciones de redes, con las
cuales, se superó todas las fronteras. El segundo aspecto, son los
flujos financieros que atraviesan el mundo. Y la tercera, se refiere a
los grandes movimientos migratorios.
Un
aspecto final que no podemos dejar pasar, así por así, está referido a
lo local y lo global. Como periodistas, para aquellos que trabajan en el
centro del mundo, todo lo que allí sucede tiene automáticamente valor
central por sí mismo. Pero, para los que trabajamos en la gran periferia
es muy importante entender que debemos buscar los universal en
cualquier tema. Aquello que revela el mundo entero en una gota de agua.
Porque, una gota de agua contiene el mundo, pero hay que saber encontrar
el mundo en una gota de agua.
Cada
vez que nos proponemos escribir acerca de un tema, debemos preguntarnos
que tiene de universal, sólo así encontraremos este vínculo, este
pasaje entre lo local y lo universal, y nuestro texto tendrá peso y
valor. Los textos que viven cien años son aquellos en los que el autor
mostró, a través de un pequeño detalle, la dimensión universal, cuya
grandeza dura. Los textos que carecen de este vínculo desaparecen.
Conviene
tener presente este requisito de universalidad también a la hora de
recoger el material, mientras investigamos nuestros temas. Es una
cuestión de talento, de intuición, pero también de amplitud de
conciencia, de sabiduría. Y, sobre todo, se trata del secreto para que
unos textos perduren y otros se pierdan en el olvido.
Las Preguntas del Taller
Permítanme
contarles una historia sobre el gran ruso Máximo Gorki, que solía
orientar a jóvenes escritores en su trabajo. Una vez, uno de esos
jóvenes, que después se haría famoso, llamado Konstantin Paustovski, se
acercó para pedirle que leyera sus primeros cuentos y le dijera su
opinión. Gorki leyó los cuentos, llamó a Paustovski y le dijo: “Mira,
joven amigo mío: en tu escritura hay talento, eso se siente, pero
todavía es muy juvenil. Mi consejo es que viajes dentro de Rusia, que
vivas y trabajes, durante unos diez años, sin escribir en ese tiempo. Ni
siquiera tomes notas. Nada. Las cosas importantes que te sucedan se
fijarán en tu memoria; y ciertamente no valdrá la pena escribir sobre
aquellas que no recuerdes”. Yo he seguido este consejo, porque creo que
existen tantas maneras de escribir como personas que escriben. Cada uno
tiene su propia manera de escribir. Cada uno debe tenerla.
Un
aspecto que se debe resaltar es que hay que sentir orgullo y respeto
por lo que uno hace y escribe, porque no conozco otra manera de mejorar
la propia práctica que reflexionar de vez en cuando. Leer, por ejemplo,
las notas producidas en un periodo y preguntarse si lo que uno ha
escrito está realmente a la altura de lo que había querido escribir. Y,
si la respuesta es negativa, preguntarse también por qué no fue así, qué
pasó o está pasando. Mi propuesta arma algo así como un libro con los
textos propios, aunque no necesariamente sea un libro para publicar.
Puede ser para aprender. La seriedad de nuestra autocrítica ayuda al
desarrollo del periodista, para no escribir una cosa un día y al otro
una distinta.
Uno
de los grandes peligros de esta profesión es la rutina. Uno aprende a
escribir una noticia rápidamente, y a continuación corre el riesgo de
estancarse. En mi opinión, esta es una visión muy peligrosa de nuestra
práctica profesional. El periodismo es, al contrario, un acto de
creación.
Se
debe tomar en cuenta que el verdadero periodismo es de contacto con la
gente y con las situaciones: ese conocimiento directo constituye la base
del reportero serio con ambiciones literarias.
Internet
ofrece un periodismo de información inmediata, sirve mucho para
acelerar la transmisión de datos, para divulgarles rápidamente por el
mundo. Sin embargo, acumular una enorme cantidad de información no
sustituye al razonamiento, la reflexión, el entendimiento.
Esta
contradicción sintetiza el drama de nuestra cultura: acumulamos más y
más datos, más y más rápidamente, pero hacerlo no nos ayuda a entender
ni mejor el mundo.
Muchos
se preguntan ¿Por qué titule uno de mis libros que Los Cínicos no
sirven para este oficio? Porque no creo que un periodista de verdad
pueda ser cínico.
Esto
se debe a que nuestro éxito profesional depende de los otros: no
podemos ser cínicos porque la esfera en la que desarrollamos nuestra
profesión se construye entre nosotros y los otros. Ahí se juega todo: la
gente nos mira y nos evalúa, constantemente, y advierte la diferencia
entre un periodista que pregunta sobre problemas que realmente lo
preocupan y otro que llegó al lugar para obtener un par de respuestas
sin compromiso alguno, y partir. Sin empatía, esa habilidad de sentirse
inmediatamente como uno de la familia, no es posible compartir los
dolores, los problemas, los sufrimientos y las alegrías de la gente.
*KAPUSCINSKI, Ryszard, Los cinco sentidos del periodista, México, Fundación Para Un Nuevo Periodismo Iberoamericano, s.f.
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